Historias

Más luces que sombras

No dejo de mirar una de las fotografías tomadas con el dron el sábado por la mañana. Esa misma que tuvisteis ocasión de ver colgada estos días en el facebook e y que tan buena acogida recibió. No puedo quitarle el ojo de encima porque me hace viajar. Vuelvo a mis años de estudiante, cuando recorría las páginas de los libro de St Joseph, Swan, Davies, Breeze, Birley y otros muchos autores británicos, plagadas de ilustraciones en las que la luz rasante realzaba los parapetos de perfectos campamentos sobre verdes campiñas. Pensaba entonces si algún día sería posible encontrar algo así en Galicia. Sabemos ahora que sí. Y que esto está muy lejos de haber terminado.

Preparando los equipos. Guardamos muy buen recuerdo de la escalera de hierro de 25 kg.

Las fotografías aéreas y la limpieza de la vegetación en superficie nos han otorgado una visión limpia de los viejos terraplenes, pero en esta intervención queríamos ir más allá. Hace mucho tiempo que arañamos la superficie, de forma remota y visitando yacimientos incansablemente, en la búsqueda de rarezas en el paisaje del noroeste peninsular. Pero esta es la primera ocasión que hemos tenido de ahondar en nuestras sospechas mediante la apertura de un sondeo que nos permitiese explorar las estructuras perimetrales de uno de estos recintos. Para nosotros, esta intervención tenía un poco de ordalía metodológica.

Excavar es un bueno modo de valorar cuánta tierra hay en realidad en el mundo.

Quizás desde fuera estas cuestiones no se aprecien, pero una excavación arqueológica es, ante todo, un grupo humano que convive intensamente mientras trata poner orden en un montón de datos que a priori no encajan. Aquel que diga que no se echó las manos a la cabeza alguna vez, quien afirme que nunca ha tenido una discusión o diferencia de criterio con los compañeros, miente. Afortunadamente, cuando el equipo funciona como tal, como es el caso, las bromas, risas y momentos distendidos son mucho más frecuentes.

Hacer sombra para la foto. Arte escénica muy poco valorada.

Hay un momento en el que nada está claro e, inmediatamente después, todo lo está. Nuestra particular crisis sucedió el jueves por la tarde. Tras un intenso debate, fue el criterio conjunto del más veterano (Valentín) y el más novel (Fran) de nosotros el que primó. Después de una dura y reconfortante sesión spa de pico, azada y pala, todo parecía tener sentido. Lo que descubrimos es lo que ahora vosotros mismos podéis ver.

El sector sur del campamento romano de A Penaparda contó con unas defensas compuestas por un parapeto de tierra y piedra, así como por un foso que nunca llegó a concluirse siguiendo la canónica sección en V. De acuerdo con el registro estratigráfico, los constructores del recinto comenzaron la excavación de este último hasta llegar al sustrato rocoso y perfilaron su cara interna en el sustrato arenoso local. Una primera palada de tierra fue echada ladera arriba para formar una terraza artificial y sabemos que con seguridad se situó sobre ella una hilada de piedras que serviría para delimitar el terraplén hacia el interior, a modo de contención. Suponemos que el exterior de este parapeto de piedra y tierra sería una estructura taludada pero, por desgracia, se encontraba derruida. Únicamente un corte seccionando las defensas nos permitiría ver este proceso con más calidad.

Pese a todo, el estado de conservación de estas estructuras es sorprendente. ¡Recordemos que se trata de elementos perecederos construidos hace dos mil años! Nuestra sorpresa se transformó en pura satisfacción cuando el sábado por la mañana los vecinos de la comarca tuvieron ocasión de visitar y observar las estructuras de este sector del campamento. Si la gente puede verlas y entenderlas es que hemos dado un paso hacia adelante. Significa que comenzamos a rescatar estos yacimientos de las tinieblas en las que se encontraban hace tan solo unos años. Ahora toca plantearse el siguiente paso: protegerlos, conservarlos y mostrarlos en su antiguo esplendor.

 

Jose Costa

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